11 enero 2017

APUNTES SOBRE LA EVOLUCIÓN HUMANA. INTRODUCCIÓN

Imagina que tengo un puzle con 1.000 piezas y te doy 5, 6 o 7, al tiempo que te pido que hagas ese puzle. “Eso es imposible”, dirás con seguridad, “me faltan casi todas las piezas”. Algo parecido sucede con la evolución humana. En primer lugar, porque apenas si se han descubierto y estudiado una pequeña parte de los yacimientos que, potencialmente, existen sobre nuestro planeta. En segundo lugar, porque los restos hallados son, en la mayoría de los casos, incompletos y fragmentarios.

 
(Esqueleto fosilizado de "Lucy", un Australopithecus afarensis de 3,2 millones de años de antigüedad descubierto en 1.974 en Etiopía. Se trataba de una hembra de 1 metro de altura y unos 27 kg de peso, que contaría al morir con unos 20 años de edad (las muelas del juicio estaban recién salidas). Al parecer tuvo hijos y su cráneo es minúsculo (comparable al de un chimpancé). La forma de la pelvis, así como la articulación de su rodilla nos indican que "Lucy" andaba sobre sus miembros posteriores, lo que es un indicador formal de su evolución hacia la hominización).
Y es que si yo te pido que me hables o que te documentes en relación a algún acontecimiento histórico reciente (por ejemplo, el atentado de las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, sucedido por tanto antes de que todos los alumnos de esta clase hubieran nacido), tú siempre podrás recurrir a alguien de tu familia, a alguna enciclopedia o a Internet, y seguro que tras un rato buscando habrás obtenido una gran cantidad de fotografías, vídeos, periódicos de la época, testimonios en primera persona de gente que estuvo allí o que incluso sobrevivieron a esta tragedia, libros, incluso tesis doctorales, etc. Sin embargo, ¿cómo podemos saber cosas de un esqueleto que acaba de ser descubierto en un yacimiento arqueológico, y que posiblemente tendrá varios millones de años? Por aquel entonces no había periodistas ni cámaras, ni por supuesto existía Internet. Para averiguar cosas sobre esos restos será necesario inferir conocimientos, a partir de lo que nos ofrecen los restos. 



Para que lo entiendas mejor, imagina la escena de un crimen: Tú eres camarero en un hotel y cuando abres una habitación determinada te encuentras de sopetón con el cadáver de un cliente. Toda la habitación está cubierta de sangre y hay sillas y papeles tirados por el suelo. Lo más probable es que salgas de allí gritando y que, al preguntarte después la policía, apenas si puedas contestar más que vaguedades: que había un muerto, que todo estaba cubierto de sangre… y poco más. Sin embargo, un detective de homicidios verá un montón de cosas nada más traspasar el umbral de la habitación (cómo ha muerto esa persona, cuántas personas lo han matado, cuál ha sido el móvil del asesinato, si el fallecido conocía a sus asesinos, etc). 
Algo parecido sucede con el científico que estudia los registros fósiles que encuentra en un yacimiento arqueológico. Donde las personas normales sólo vemos un esqueleto, ellos verán una multitud de matices que sus conocimientos y experiencia irán traduciendo con paciencia en información valiosa. Por ejemplo, gracias a la estructura y la morfología de los huesos podrán determinar, además de la edad y el sexo, el tipo de homínido que tienen delante (existen notables diferencias entre, por ejemplo, un Paranthropus robustus y un Homo neanderthalensis). Del estudio de su capacidad craneana podrán deducir su inteligencia y su potencial capacidad para desarrollar y utilizar un lenguaje. 


Sus mandíbulas les darán valiosa información acerca de cómo era su dieta (el mayor o menor desarrollo de los molares o los incisivos les indicarán si comían raíces y frutos silvestres, si ya cocinaban la carne o, por el contrario, la comían cruda). La forma de su pelvis y de los huesos de sus manos y pies les revelarán cómo era su locomoción (¿Era arborícola?, ¿Era bípedo?). 

Encontrar junto a ese esqueleto restos de determinados animales (cabras, perros, cerdos) serán indicadores fiables de que ya domesticaban determinadas especies, al tiempo que les mostrará el surtido de animales que conformaban su dieta. Los posibles restos de fibras les dirán el tipo de ropa que usaban, cómo la confeccionaban, etc. La presencia de semillas, utensilios y herramientas serán la prueba de que ya eran rudimentarios agricultores, y/o qué ya tenían capacidad para construir objetos. La posición del esqueleto, así como la presencia de objetos funerarios asociados, les indicarán su relación con la muerte y la presencia o no de ciertos sentimientos religiosos… Y así podríamos seguir durante un buen rato, pero creo que lo dicho hasta ahora ya es suficiente para que nos hagamos una idea de lo difícil y apasionante que es este mundo que nos disponemos a iniciar en clase: la evolución del hombre. En concreto, su paso por la Prehistoria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jose esta entrada es muy interesante.
Espero que me sirba para estudiar...

Andrés lara romero de avila dijo...

Jose podemos ir tomando apuntes?
es para lo del cuaderno